jueves, 1 de septiembre de 2011

Habemos de todo en el Paraguay del Señor

Un país con extremos y mitades, con todo tipo de personas de diferentes personalidades y temperamentos; con pretensiones, ambiciones y sueños distintos.

Un país con gente que no tiene metas, gente perezosa que prefiere el “upeichante”… el famoso “vai vai” o el “ya da ya”. Sin aspiraciones para crecer, para lograr marcar la diferencia en un mundo de iguales. Gente ñembotavy que se desentiende cuando le conviene. Gente conformista que no espera más de lo que ya tiene o gente viva y corrupta que no tiene vergüenza para conseguir de manera ilícita lo que desee.
Muchos sumisos, que callan por temor o cobardía que se tienen de menos, de inútiles e inservibles. Se achican ellos mismos creyendo que son pobres, mal llamados de esa manera, y que  nunca saldrán de la miseria en la cual viven. Que luchar por sus derechos e ideales será una pérdida de tiempo; simplemente en vano.

Gente que quiere ñandeko salir adelante, pero que ni entiende ni pretende entender porque se lo llama “mata burro” al diccionario. Que no quiere leer, ni estudiar pero que quieren ser alguien importante en la vida, con una carrera y profesión; la gran contradicción. La ignorancia es algo evidente, lastimosamente.

Gente que se tragó el cuento de que “querer es poder” pero no comprende que con querer no basta, la acción es mas importante y lo que cuenta a la larga. Lo que hacemos demuestra lo que somos.

En este mundo hay también gente fría y calculadora, sin corazón o lo es de hierro. Gente que sólo se preocupa por sí misma, y el dañar a los demás les da igual, es lo último que les va a afectar. Su prioridad es el “che memete”.

Si bien es cierto aún existe gente con nobleza y corazón, gente que siente y lucha por su filosofía de vida; que dá sin esperar algo a cambio, que la solidaridad la lleva a flor de piel. Que es sabia porque sabe escuchar y observar más que hablar. Hay que saber callar y falar en el momento preciso, hay que usar un poco de lógica y deducción.

Hay quienes pelean contra vientos y mareas por alcanzar sus objetivos, que buscarán aproximarse al menos a la perfección… porque llegar a ella sólo lo pudo Dios.

No sé si el cambio es algo utópico… “árbol que crece torcido nunca enderece”, dice mi abuela. Quiero creer en un mundo diferente. Creer en un Paraguay de gente que lucha por defender sus derechos, que se pone metas y las alcanza; que ama y disfruta de la vida como si fuese la única; que perdona y agradece; que valora y que diga no a la violencia, y sí a la educación. Sueño con un país que haga el cambio con sus propias manos.
Dicen que el ser humano es un animal de costumbre, pues entonces acostumbrémonos a hacer bien las cosas. Hagamos las cosas como deberían de ser.

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